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Escribí este post hace muchos meses, pero no lo llegué a publicar, y hoy, pensando en la cantidad de cosas que tenía mi agenda, lo temprano que me he levantado  y lo tarde que me acosté y lo poco que he avanzado, se me ha venido a la mente. Cuidar. No remunerado, no visible. Hoy, ocho de marzo, toca seguir luchando por visibilizar una realidad que existe, es algo multifactorial (nos matan, nos ningunean, nos acosan, nos pagan menos…) pero me quiero centrar en el valor que le damos a los cuidados, como suelen caer en el sexo femenino (no siempre, doy fe de ello) casi mayoritariamente y como tienen un valor económico, invisible, pero real. Lo que no se nombra, no existe. Escribo esta introducción con mi bebé al pecho, no se encuentra bien y quiere mimitos constantes, como es natural, ¿impacta que yo deje todo para cuidarla en el PIB? De todas las cosas bonitas que me llevo de las prácticas, una de ellas es esta, aprender a valorar lo que hago, saber que a mis guías les pagan por el trabajo que yo hago sin coste con mis hijas me hace reflexionar muchísimo: Aunque el trabajo que hago con mis hijas implica un coste (el coste de oportunidad de no invertir ese tiempo en trabajo «productivo») creo es una inversión a largo plazo, porque la crianza es mi forma de ayudar a cambiar el mundo.

Os dejo con el post, espero que os haga reflexionar a vosotres también.

Hace unos días estuve en una tertulia organizada por RNE con Laura Baena del Club de Malas Madres, Beatriz Gimeno, diputada de Podemos, y Carolina Dobrzynski, portavoz de la Asociación de Madres Solteras por elección; sobre maternidad, conciliación y mucho más (La podéis encontrar en la pestaña «Medios«). Fue una charla muy agradable, muy enriquecedora y donde fui consciente de que había edulcorado a mis niñas un poco lo que significa ser mujer en el siglo XXI, pero ya le estoy poniendo remedio 🙂

 

valor-de-los-cuidados

Hace unas semanas que llegó a casa este libro ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?, lo compró Miguel para él y para trabajarlo en sus clases donde intenta dedicar una parte del tiempo al papel de la mujer en la historia, pero sabiendo que me encantaría. Como yo leo más rápido y tengo más tiempo para leer (punto positivo para la lactancia jjiji) se lo intercepté. Y, efectivamente, me ha encantado, no es el típico libro que os suelo recomendar sobre crianza, pero no es fácil encontrar un libro sobre las mujeres y la economía y es por eso por lo que hago esta reseña-reflexión. No es lo habitual que encontráis en el blog, pero espero que os guste.

Es un libro muy ameno, divulgativo más que técnico, y hace una reflexión sobre el papel de la mujer en nuestra economía patriarcal. Hace una crítica feroz al Homo Economicus y señala que el gran pero que se le puede hacer a Adam Smith es que mientras escribía La riqueza de las Naciones y afirmaba que la economía funciona porque todos los individuos buscan maximizar sus beneficios, se olvidó de quien le hacía la cena, su madre, que no lo cuidaba por dinero, ni por maximizar sus beneficios económicos, sino por el cariño que le tenía. Se olvidó que el mundo se mueve también por amor, no solo por dinero.

Parece que los cuidados, que tradicionalmente hemos venido desempeñando las mujeres, no deberían ser retribuidos porque los hacemos por amor, y por eso no se incluyen como trabajo productivo en las estadísticas. Sin embargo, en un estudio canadiense parece ser que el impacto de este trabajo invisible en el PIB era de hasta el 40%. Increíble, lo sé. Se nos dicen que nos hemos incorporado al mercado laboral recientemente, pero siempre hemos trabajado, desde la prehistoria hasta la actualidad. Las tareas domésticas que tradicionalmente hemos venido desempeñado (criar, limpiar, cocinar,…) no parecen generar bienes tangibles y, por tanto, no se incluyen en lo que se considera que contribuye al PIB de un país. Si crías los hijos de otro, si limpias para otro y si cocinas para otro, sí generas un servicio y entonces sí formas parte del bienestar social. Ni siquiera esto ha sido siempre así, las primeras enfermeras eran monjas, no fue hasta la figura de Florence Nittingale que empezó a retribuirse esta profesión.

A lo que se han dedicado las mujeres en los últimos años se ha vuelto algo invisible, solo porque parte de la lógica del amor y no de la lógica económica. Cuando las mujeres por fin se incorporaron «al mercado» ganaban -y ganamos- menos dinero y seguimos desempeñando más tiempo en tareas de cuidados. Para los economistas esto sucede porque como tenemos que hacer más tareas domésticas, estamos más cansadas y en el trabajo nos esforzamos menos, por lo que cobramos menos. Y a la vez hacemos tareas domésticas porque nuestro coste de oportunidad es menor al trabajar por menos dinero. Macabro, ¿verdad?

Katrine Marçal, la autora, no ofrece respuestas sobre como cambiar el modelo, pero si nos hace reflexionar sobre ello. Desde la crisis de 2008 con la quiebra de Lehman Brothers lo que creíamos que sabíamos sobre economía y mercados está en entredicho. Bromea diciendo que si hubieran sido Lehman Sisters no se hubiera producido esa crisis y que de hecho el único banco islandés que se salvo de la crisis de este país fue un banco dirigido íntegramente por mujeres. Quizás esta última crisis sea el empujón definitivo para cambiar el modelo productivo y pasar del Homo Economicus a un modelo más flexible, más proactivo, más eficiente, más de cumplir objetivos que de calentar la silla. Esto se nos da genial a las madres, no podemos seguir siendo invisibles, molestas, incómodas para la economía patriarcal.

Os dejo algunas citas que me han parecido soberbias y me han hecho reflexionar mucho.

Parir niños, criarlos, cultivar el huerto, hacerles la comida a los hermanos, ordeñar la vaca, coserles la ropa o hacerle la cena a Adam Smith para que el pueda escribir la Riqueza de las naciones, nada de esto se considera trabajo productivo en los modelos económicos estándar.

A la mujer se le ha asignado la tarea de cuidar a los demás, no de maximizar su propio beneficio. La sociedad ha contado que no puede ser racional, porque los partos y las menstruaciones la atan al cuerpo y el cuerpo siempre ha sido identificado como lo contrario a la razón.

Pero si la ciencia basada en el interés propio, ¿Cómo puede la mujer encajar en ella? La respuesta es que mientras el hombre ha representad el interés propio, la mujer ha venido a representar el frágil amor que debe ahorrarse y preservarse. Mediante su exclusión.

El principal argumento para no incluir el trabajo domestico en el PIB suele ser que no tiene relevancia, las tareas del hogar siempre serán las mismas en una sociedad. Pero cómo pueden los economistas saber esto si nunca lo incluyen en sus estadísticas.

Las tareas domesticas no son ni mas ni menos difíciles de cuantificar que mucho de lo que se incluye en el PIB. Por ejemplo, nos esforzamos mucho en calcular el valor de los alimentos que un agricultor produce en su tierra pero no pone a la venta. Con el trabajo de casa no hacemos el mismo esfuerzo.

Para defender la idea de que el Hombre Económico es universal, debe introducirse a la mujer en el modelo bajo el presupuesto de que es igual que él. Adelante, aquí tienes los mismo derechos y la misma libertad para competir en el mercado. ¡ Sal y cómete el mundo!

Por eso la mujer tiene que demostrar su valía en un mercado laboral que en esencia sigue configurado según las necesidades de los hombres. Adentrarse en un marco creado por los hombres y para los hombres, a partir de una realidad que excluye a las mujeres. Y esto crea problemas.

Es así como todos hemos venido al mundo. Naciendo de otra persona. Viviendo de esa otra persona, dentro de esa persona y gracias a esa persona. No empezamos nuestra vida en estado de independencia absoluta a partir de la cual se nos presente el reto de hacer relaciones o algún tipo de lazo con los demás. Sin embargo, cuando hemos de argumentar sobre la importancia de la sociedad siempre comenzamos en el mismo punto, en el individuo autónomo.

Hoy en día , la idea del Hombre Económico es una manera eficaz de excluir a las mujeres. Históricamente, les hemos asignados ciertas actividad es y les hemos dicho que deben hacerlas por el mero hecho de ser mujeres. A continuación hemos creado una teoría en virtud de la cual dichas actividades no tienen gran importancia económica. Les hemos dicho a las mujeres que han de personificar ciertas virtudes para que la sociedad del hombre pueda funcionar: cariño, empatía, altruismo, atención. Al mismo tiempo hemos concluido que lo único importante de verdad es la economía

Uno de o problemas del patriarcado es que da lugar a modos de medir la economía que son insuficientes. Y los medios de medición son importantes
La dependencia ha sido vista, durante siglos, como algo vergonzoso. Era algo propio de esclavos y mujeres… Sin embargo, el movimiento obrero redefinió aquello que, hasta entonces se llamaba esclavitud salarial, convirtiéndolo en algo de lo que estar orgulloso…. La mujer , en cambio, no podía hacer aquello, ya que seguía siendo dependiente. El hecho de que para poder ser «independiente» a pesar de trabajar a jornada completa tuvieran que depender de las mujeres para que estas cuidaran del hogar no parece algo relevante para la historia. Igual que Adam Smith olvidó hablarnos acerca de su madre.

«No hay almuerzos gratis» es uno de los axiomas citado a menudo en la ciencia económica. A ello deberíamos añadir «No hay cuidados gratis». Si la sociedad no proporciona servicios de cuidado infantil costeados por todos los contribuyentes, entonces alguien tendrá que dedicarse a ese cuidado de los niños. Ese alguien es en la mayoría de los casos una mujer.

La asunción por parte de las mujeres del rol de cuidadoras es presentada como una elección voluntaria y nuestro razonamiento es que cuando alguien toma una decisión de manera voluntaria tiene que aceptar sus consecuencias. Desde los estados del bienestar escandinavos hasta nuestras economías liberales, todo esta construido alrededor del hecho de que las mujeres desempeñan determinados trabajos a un coste muy bajo

Nos decimos a nosotros mismos que lo que más nos importa en el mundo son las generaciones venideras pero no apoyamos esa supuesta importancia con las inversiones apropiadas.

Dice la autora que Las mujeres hemos entrado en el mundo laboral y los hombres no han entrado en el mundo doméstico. En mi casa no sucede así, pero en muchos hogares sí y es absolutamente intolerable. Supongo que el problema ha venido con que en vez de crear un nuevo modelo económico en el que se tenga en cuenta la diversidad y lo mucho que aporta que así sea, nos hemos incorporado al mundo laboral imitando – o intentando imitar a los hombres-. Y así no funciona la película.

La cuestión es, ¿Cómo podemos retribuir los cuidados sin feminizar aún más la pobreza? ¿Cómo podemos hacer para que dejen de ser cosas de mujeres y trabajar la corresponsabilidad? ¿Cómo podemos estar presentes en las infancias de nuestros hijos sin menoscabar nuestras carreras profesionales?

Llevo varios días pensando y no tengo respuestas, es importante la equiparación de permisos, ¿pero donde queda la protección al bebé, que necesita al principio tanto a su madre? O peor, centramos todas nuestras demandas en permisos paternales y maternales más amplios sin tener en cuenta que sí, que esos primeros meses son esenciales pero los niños nos van a necesitar mucho tiempo, sus infancias son mucho más largas que las de otros mamíferos (ya os hablé de la neotenia y de la necesidad de criar en tribu aquí) y no sirve de nada un permiso más largo si luego te van a criticar por llevar al niño al médico… ¿Cómo damos respuesta a todas las demandas de la diversidad de opciones que podemos tomar las mujeres? Porque yo soy feliz cuidando a tiempo completo a mis hijas pero otra madre puede que no, que desee reincorporarse cuanto antes y en las condiciones que quiera y no hay derecho a que se nos discriminen ni a una ni a la otra. Las dos deberíamos poder elegir de forma autónoma sin depender de otra persona para hacerlo… Creo que la educación 0-3 debe ser gratuita y de calidad (con ratios bajísimas) y también que se debe facilitar que las personas, hombres o mujeres, que quieran cuidar estos primeros años a sus hijos, puedan hacerlo, quizás con excedencias más largas e incentivos fiscales o incluso ayudas por hijo a cargo… Porque debe reconocerse el valor de los cuidados, ya no solo en términos económicos del coste de oportunidad, sino en términos del bienestar de los niños en esta primera infancia que repercutirá el resto de sus vidas.

Pero también, tal y como apunta el libro y yo ya conocía después de leer Freakonomics en la Universidad, es difícil saber el resultado de los incentivos económicos si solo pensamos en términos absolutos, ceteris paribus, sin tener en cuenta la complejidad de los seres humanos. De hecho, en los países escandinavos, de los que estamos a años luz respecto al gasto, o mejor dicho, inversión en la atención a la infancia, también las mujeres viven discriminadas.

Supongo que la clave está en un abanico de opciones que cubran la diversidad, y que en todo caso sean flexibles y reversibles, poniendo especial énfasis en los colectivos más vulnerables. Es la única manera de acabar con este techo de cristal, o de cemento casi, bajo el que vivimos las mujeres. Espero que cuando mis hijas sean madres, si es que deciden hacerlo, todo haya cambiado.

«Qué distinto sería el mundo, reflexiona la economista Julie Nelson en una nota a pie de página, si hubiéramos definido la economía, por ejemplo, como la ciencia que estudia como los humanos satisfacen sus necesidades y disfrutan de los placeres de la vida utilizando los regalos de la naturaleza»

Estamos a tiempo de redefinirla, y el arma más efectiva para cambiar el mundo es la crianza. Un acto político, subversivo y feminista constante, incluso si tú decisión ha sido quedarte trabajando en casa por amor, ofreciendo cuidados no remunerados, ni visibilizados por la economía patriarcal….

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