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Ya hace varias semanas de tu primer cumpleaños y aún no tenías tu carta, ya sabes, Vega, lo sabes desde antes de nacer, que me faltan manos. Y es que eso de que el tercero se cría solo no tiene nada de cierto. Me faltan manos para llegar a todo, pero eso no es lo peor, lo más doloroso son los minutos que me faltan, porque cuando llega un nuevo bebé a la familia, se estira el corazón pero el tiempo sigue siendo el mismo. Y aún no hemos encontrado el botón de pause para que vaya todo un poco más despacito.

Me han faltado manos y tiempo a mí, que sé lo que es tener un bebé hijo único en casa, pero a ti no te han faltado ni manos, ni tiempo, tú naciste feliz y eres feliz, poco a poco empieza a confirmarse el carácter que tienes y yo intuía ya desde que naciste, la mezcla ideal entre activa y tranquila, entre cariñosa y autónoma, entre flexible y obstinada. Y es que no puedes parar quieta, ni para comer, ni para jugar, ni siquiera para tomar teta, y es magnifico porque así tiene que ser, a pesar de que hayas perdido todas tus lorzas y tengamos que ir cada poco al pediatra para que nos vuelvan a decir que te demos cereales por la noche, cuando a ti lo que te gusta es la fruta y la verdura, que devoras, porque todavía estás en ese momento que puedes escuchar mucho tu cuerpo y poco a los demás.

Y sé que si te diera los cereales (que hasta tus hermanas no entienden porque te los quieren dar si llevan azúcar y ellas no te pueden dar chocolate porque no es sano) me dirías nononono y diríam ñam ñam ñam hasta que te pasaras el gazpacho XD

Me fascina verte jugar, como te concentras, como buscas siempre algo para trabajar con tus manos o tu cuerpo, como puedo constatar contigo todo lo que he aprendiendo en mi formación como guía Montessori, como cumples a rajatabla todos y cada uno de los items de desarrollo físico. Y me he acordado de que no tenías tu carta porque has empezado a andar y lo has hecho por la misma razón que lo hizo tu hermana Emmita en su día, porque no te querías pinchar con el césped, ni con el cemento. Y me has vuelto a demostrar lo que yo ya sabía, que autonomía no es lo mismo que independencia, que hacer las cosas por si mismo está bien pero que realmente nos mueve a la acción es la voluntad. Por eso me fascina ver tu cara de placer absoluto cuando logras tus retos, la sonrisa que pones y que dice «yo solita, yo puedo, yo soy capaz». Y es que tus hermanas, como te querían ayudar «Y El Pikler ese es muy aburrido» te intentaban apresurar y te ponían a andar y te daban las manos y tú te soltabas y les dabas un manotazo y en cada uno de tus gestos les querías decir «yo puedo sola», lo haré cuando yo quiera, no te necesito más que para jugar, como iguales que somos.

Porque desde muy pequeñita has tenido claro que eras una más, que ser pequeño no es una cuestión de tamaño sino de actitud y tú has venido al mundo a demostrar lo grande que eres. Y las únicas veces que te he visto enfadada de verdad han sido cuando te han dejado de lado por ser pequeña, lo que tú no sabes, bebita, es que no te estabas dejando de lado, es que realmente no podías jugar con canicas, ni con cositas pequeñas, las hermanas solo quieren protegerte, porque te adoran con todo su ser.

 

Y es que eres grande, Vega. Eres la que físicamente más se parece a mí y más se parece a papá en el carácter, esa forma de ser que me vuelve loca en todos los sentidos y que dice a los cuatro vientos «para que discutir si puedes decir que sí y luego hacer lo que te da la gana». O eso creemos ahora, que tú tienes mucho que decir, me pregunto que dirás cuando leas esta carta dentro de muchos años, de momento nos quedamos muy callados, con los oídos y los ojos muy abiertos, muy atentos a que nos sorprendas de nuevo, como si fuera la primera vez que tenemos un bebé en casa.

Gracias por elegirnos como familia, gracias por todas tus gracias, por tus sonrisas, por tus carcajadas, por tus carreras retadoras,  tu mirada pícara, por tus trastadas por cada vez que dices «oh oh», por ser un nuevo reto, por habernos traído todo ese caos, todas esas noches sin dormir, por los despertares tapándome la nariz  «mamaaaaaaaaaaa tetaaaaaaaaa» y todo ese amor incondicional, esa nueva oportunidad que eres de vivir un privilegio, de no olvidarnos de lo realmente importante, de crecer como personas y como padres, de presenciar como te conviertes en una niña excepcional y de intentar cagarla lo menos posible para no robarte ni un ápice de tu autenticidad.

Te queremos Vega, Vegui, Vegoldemort, Vegochi, Gordigordi, albondiguilla, bebé. Infinito.

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