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Todas las madres venimos de la misma madre, Eva.  #todaslasmadresvenimosdelamismamadre
Cada día nace una nueva madre y todas hacemos lo mismo: Nutrir, acompañar y querer sin condiciones. Dormir poco y soñar mucho. Mimar a dos bandas -o tres o más-. Ser cueva, casa, hogar. Vivir para los demás sin olvidarnos de nosotras. Aprender para hacerlo lo mejor posible. Escuchar nuestro instinto. Ser conscientes de que los años más importantes son los primeros y olvidarlo un poco para relativizar la enorme presión. Y disfrutarlo mucho, muchísimo, porque sabemos que #losdiassonlargoslosañoscortos
Hace miles de años nació una madre, llamémosla Eva.

Eva Mitocondrial es el mote que le han puesto – los investigadores en genética o más bien la prensa- a nuestro ancestro común más reciente, una mujer que vivió en el África Subsahariana hace miles y miles de años, 200.000, y de la que todas descendemos, es nuestra madre genealógica.
Si todas las madres venimos de la misma madre, eso significa que somos hermanas. Los que tenéis hermanos lo sabéis, nos peleamos pero no podemos vivir sin estar juntos. A veces te peleas solo porque estas aburrido y no tienes otra cosa que hacer, otras te sientes desalentado y discutes no sabes muy bien por qué. Pero sea como sea, el resto de madres son mis hermanas.
Esta fue la reflexión que tuve después de hacerme un test genético gracias a Momondo.

Esperaba encontrarme algo exótico en mi test, que mi ADN estuviera muy mezclado y viniera de muchos países, pero no, soy ordinariamente europea, muy europea, demasiado, salvo un poquito turca (un 1%). Después profundicé en los resultados y descubrí justo lo que os cuento, que sea como fuere, todas descendemos de la misma madre mitocondrial.
Por eso, todas las madres del mundo somos un poco hermanas mitocondriales. Una vez leí que las madres dirigieran el mundo no habría guerras, porque ninguna madre sería capaz de matar al hijo de otra madre y mirarla a los ojos.
Cuando te conviertes en madre, te conviertes en madre no solo de tus hijos sino también un poco de los hijos de las demás madres, sufres con las enfermedades de todos los niños aunque no les conozcas y te emocionas si logran sus sueños aunque no los hayas visto nunca. Porque convertirte en madre te hace pertenecer a un club, un club invisible, que une corazón con corazón, porque todas las madres venimos de la misma madre, nuestra abuela, Eva Mitocondrial, y al convertirnos en madres algo en nosotras cambia y nos conecta a ella.
Me dio por imaginar como sería su vida, sería dura, eso es indudable, quizás se le murieron varios hijos, que es por lo peor que puede pasar una madre, pero también seguro que aprendió a vivir la vida como venía, y a disfrutar las pequeñas cosas en conexión con la naturaleza. Ya en la época de Eva nuestros ancestros tenían una ventaja competitiva respecto del resto de especies, la neotenia (el retraso en la aparición de las características adultas), es decir, la larga infancia. ¿Cómo pudieron sobrellevar esta larga infancia en esas condiciones extremas? La respuesta es gracias a la tribu. Las famlias no criaban solas, las madres no transitaban por el puerperio y la crianza solas.
Se necesita una tribu entera para criar a un niño”.

¿Cuánto ha cambiado la cosa?, ahora tenemos agua caliente y chocolate, pero en en el fondo solo somos un montón de madres perdidas luchando contra la naturaleza – porque lo que necesitamos son tribus y no madres aisladas criando solas-, un exceso de información y un montón de exigencias socialmente impuestas sobre lo que es ser o no una buena madre.

Si todas las madres del mundo nos uniéramos, dejaría de haber guerras, es un punto de vista demasiado utópico, lo sé, pero también creo que hay que empezar por los pequeños pasos. Quizás no podamos parar las guerras que hay ahora mismo en el mundo, pero hay algo que si podemos hacer, no podemos cambiar el mundo que estamos dejando a nuestros hijos, pero si podemos cambiarnos a nosotras mismas para inspirar a los hijos que vamos a dejar a este mundo. Podemos dejar de guerrear con nuestras hermanas, dejar de juzgarnos, de herirnos, de hacernos daños. Las redes sociales han dado pie a amplificar estos juicios llegando hasta la crueldad, la crueldad barata muchas veces y la crueldad que se hace sin querer, desde los niñas que fuimos una vez y a las que no acompañaron como se merecían.
Yo os propongo utilizar las redes sociales para hacer justo lo contrario, para unirnos, en vez de dañarnos, para volver a juntar corazón con corazón, mirada con mirada, alma con alma, mitocondria con mitocondria.
Dejemos de juzgarnos. Abracemos las diferencias, no nos alejan, nos unen.
Empecé a trabajar en el mundo del turismo porque pienso que viajar nos educa en la empatía y en al agradecimiento. No siempre podemos viajar físicamente a donde queramos, pero si podemos viajar a golpe de click y conocer a otras madres, sus historias, sus dificultades, sus retos, sus éxitos, sus sentimientos. Al final muchos serán parecidos, todas queremos a nuestros hijos con locura y para todas el tiempo va demasiado deprisa. Tan rápido que duele el alma.

Por eso quiero iniciar la campaña #TodasLasMADRESVenimosDeLaMismaMADRE. Me encantaría que compartierais con ese hashtag lo que nos hace hermanas, una foto desde el lugar donde os encontréis en ese momento, si es un lugar emblemático mucho mejor enseñando el cartelón y vuestra sonrisa de hermana.

DEJEMOS DE JUZGARNOS
Como ya os dije una vez, pienso que todas las madres hacen lo mejor que pueden teniendo en cuenta la información que tienen disponible – y lo más importante, nuestras mochilas, a veces, tan pesadas que no nos permiten procesar la información, porque el maestro solo llega cuando el alumno está preparado-.

Madres del mundo, dejemos de juzgarnos, dejemos los juicios para los Dioses y empecemos a tender manos amigas a las otras madres.
Madres, busquémonos una tribu, aunque tenga que ser virtual, que nos sostenga y nos acompañe, sin juicios y sin reproches.
Madres, cuidémonos, porque solo podemos cuidar si nosotras estamos bien cuidadas. Lo que es cuidarse para una y otra madre no tendrá nada que ver, pero lo que es seguro es que nos necesitan felices y descansadas.
Madres, vivamos una maternidad feliz y plena, sin culpas, sin “ysis”, sin compararnos con el resto.
Madres, reflejémonos en los ojos de nuestros hijos, en sus miradas sinceras, para ellos somos absolutamente maravillosas, imperfectas como somos.
Madres, vivamos plenamente la infancia de nuestros hijos, que pasa en un suspiro y no vuelve. Observad como juegan, como crecen, como se convierten en los adultos del mañana. Los días son largos, pero los años son cortísimos.
Madres, disfrutad del día de hoy, especialmente las que estáis agotadas porque tenéis niños muy pequeños; dejaros cuidar, mimar, que os abracen, os achuchen, os digan cuanto os quieren. Disfrutad de este regalo que es maternar, aunque a veces las exigencias se tornen insoportables, no hay vivencia más apasionante.

Madres, hermanas mitocondriales, dejemos de una vez de juzgarnos. No hay peor juicio que el que nos hacemos a nosotras mismas, somos responsables, no culpables, y aunque nos digan lo contrario varias veces al día, desde diversos ámbitos, somos maravillosas, TODAS, porque todas las madres venimos de la misma madre.

Espero vuestras fotos con ilusión 🙂

FELIZ DÍA DE LA MADRE

Gracias a Momondo por esta oportunidad y esta iniciativa <3 (Subitulado aquí y aquí)

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